Por Juan Carlos Arango Espitia
El 13 de noviembre de 1985, una avalancha provocada por el volcán Arenas convirtió la población de Armero, segunda en importancia en el departamento de Tolima, en una inmensa playa de lodo donde quedaron sepultadas casi 25.000 personas.
El día de la catástrofe no sólo desapareció una población entera, sino los sueños de miles de sobrevivientes que se quedaron sin casa, sin trabajo, sin amigos, sin familia y sin referentes históricos.
El apoyo institucional se concentró en la reubicación en las cercanas poblaciones de Guayabal y Lérida de los damnificados, pero dejó de lado su atención psicológica y cultural, necesaria para que afrontaran el repentino desarraigo.
Durante estos veinte años se ha evocado esta tragedia de diferentes maneras en el ámbito cultural y en los medios de comunicación masiva, a través de la literatura, el audiovisual y las artes plásticas. De igual manera, producto del empeño de algunos armeritas, se ha generado un interés por recuperar el tejido social destruido de tajo y la memoria colectiva que permanece en los testimonios de sus sobrevivientes.
Armando a Armero
El periodista Francisco González, oriundo de la desaparecida población tolimense, ha continuado con su labor de propiciar el ejercicio de la memoria armerita, luego de publicar en 2.000 el libro Epitafios: algo de historia hasta esta tarde pasando por Armero y convocar en 2003 al evento plástico Epitafios y últimas palabras, en la galería Valenzuela y Klenner Arte Contemporáneo.
Ahora, consciente de la necesidad de proseguir con la recuperación de este pasado colectivo, ha iniciado el proyecto Armando a Armero, donde invita a la comunidad armerita a desarrollar un referente de Memoria y Concientización, compuesto por un Centro de Interpretación de la Memoria y la Tragedia (que deberá ejecutarse entre 2005 y 2006), la activación de la Ruta Cultural del Tabaco (2006-2007) y un Museo de las Catástrofes Naturales (2007-2010).
Este proyecto ya dio sus primeros pasos el 13 de noviembre con la instalación de 50 monumentos en el lugar de la tragedia, con el fin de recrear con fotos y textos lo que fue Armero veinte años atrás.
Luego se buscará reconstruir el municipio de manera simbólica, hasta donde lo permitan la memoria de los sobrevivientes, las ruinas arquitectónicas y los documentos escritos, grabados o filmados.
La propuesta de González y su equipo gestor de más de veinte personas –donde hay varios armeritas, como él, pero también bogotanos y españoles- es recuperar en el imaginario colectivo el territorio que fue arrasado por la avalancha, hacer un homenaje a los muertos y a los sobrevientes y generar conciencia sobre la necesidad de establecer políticas de prevención frente a desastres similares.
Entre las metas que se ha planteado este colectivo se encuentra la investigación de la memoria visual, que se espera concluya con un nutrido banco de imágenes de Armero, antes y después de la tragedia. Esta investigación busca ir más allá de la mera identificación geográfica de los lugares destacados del municipio antes de la avalancha, por lo que abordará aspectos propios de la vida cotidiana de la comunidad, adentrándose así en las costumbres, los hábitos alimenticios, las tradiciones, el ámbito religioso, la importancia del cultivo del algodón o los sitios turísticos previos al desastre. El material que resulte de esta labor se pondrá a disposición de cualquier usuario potencial en medios de almacenamiento electrónico digital, desde DVD y CD hasta la Internet.
Después de consolidar la creación del Museo de las Catástrofes Naturales, se espera editar un libro conmemorativo de los 25 años de la tragedia y gestionar ante el Ministerio de Cultura de Colombia el aval para que el Centro de Interpretación de la Memoria y la Tragedia de Armero sea considerado como Bien de Interés Cultural, para luego buscar el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Ésta es una propuesta de duelo, pero también de recuperación del patrimonio cultural, de reconstrucción del tejido social y de reactivación del desarrollo económico de una comunidad que se encontró, de la noche a la mañana, devastada por fuera y por dentro.
Necrópolis
Entre los días 25 de octubre y 19 de noviembre de 2005, Juan José Escobar expuso en la Universidad de la Sabana las treinta y cuatro fotografías que componen su obra Necrópolis, otro acercamiento a la tragedia armerita, o más exactamente a lo que queda de Armero pasados dos decenios de la avalancha.
En su escrito De las ruinas románticas a las ruinas postmodernas, el historiador de arte Jaime Xibillé afirma que "la obra múltiple de Juan Escobar Necrópolis adquiere una particular significación tanto por los juegos formales, por las texturas decadentes, por los encuadres que recuerdan a los mejores artistas". Esta obra, que responde al inevitable e imprescindible impulso de escarbar en la memoria del dolor, parece buscar de todos modos la sublimación plástica de esta tragedia, aún reciente en el imaginario colectivo de los colombianos.
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